martes, 23 de diciembre de 2014

El Evangelio del Día

miércoles 24 Diciembre 2014 Solemnidad de la Natividad del SeñorSantos Antepasados de Jesús, Leer el comentario del Evangelio por San Bernardo : El tesoro escondido Isaías 9,1-6. El pueblo que caminaba en las tinieblas ha visto una gran luz; sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una luz. Tú has multiplicado la alegría, has acrecentado el gozo; ellos se regocijan en tu presencia. como se goza en la cosecha, como cuando reina la alegría por el reparto del botín. Porque el yugo que pesaba sobre él, la barra sobre su espalda y el palo de su carcelero, todo eso lo has destrozado como en el día de Madián. Porque todas las botas usadas en la refriega y las túnicas manchadas de sangre, serán presa de las llamas, pasto del fuego. Porque un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado. La soberanía reposa sobre sus hombros y se le da por nombre: "Consejero maravilloso, Dios fuerte, Padre para siempre, Príncipe de la paz". Su soberanía será grande, y habrá una paz sin fin para el trono de David y para su reino; él lo establecerá y lo sostendrá por el derecho y la justicia, desde ahora y para siempre. El celo del Señor de los ejércitos hará todo esto. Salmo 96(95),1-2a.2b-3.11-12.13. Canten al Señor un canto nuevo, cante al Señor toda la tierra;canten al Señor, bendigan su Nombre. Día tras día, proclamen su victoria,anuncien su gloria entre las naciones, y sus maravillas entre los pueblos.Alégrese el cielo y exulte la tierra, resuene el mar y todo lo que hay en él;regocíjese el campo con todos sus frutos, griten de gozo los árboles del bosque.Griten de gozo delante del Señor, porque él viene a gobernar la tierra: él gobernará al mundo con justicia, y a los pueblos con su verdad. San Pablo a Tito 2,11-14. La gracia de Dios, que es fuente de salvación para todos los hombres, se ha manifestado. Ella nos enseña a rechazar la impiedad y los deseos mundanos, para vivir en la vida presente con sobriedad, justicia y piedad, mientras aguardamos la feliz esperanza y la Manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador, Cristo Jesús. El se entregó por nosotros, a fin de librarnos de toda iniquidad, purificarnos y crear para sí un Pueblo elegido y lleno de celo en la práctica del bien. Lucas 2,1-14. En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue. En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Angel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Angel les dijo: "No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre". Y junto con el Angel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: "¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!". Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios. Leer el comentario del Evangelio por : San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia Sermón 4 para la noche de Navidad El tesoro escondido Hoy, los prodigios se multiplican, las riquezas abundan porque el tesoro está abierto: la que da a luz es madre y virgen, el que nace es Dios y hombre... Este tesoro hay que esconderlo en un campo (Mt 13,44): que el matrimonio de la madre esconda a los ojos del mundo su concepción virginal, que las lágrimas del recién nacido sustraiga a las miradas humanas este parto sin dolor. ¡Esconded, María, sí, esconded el esplendor del sol naciente! (Lc 1,78) ¡Acostad a vuestro niño en un pesebre, envolvedlo en pañales, porque estos pañales son toda nuestra riqueza. Los pañales del Señor son más preciosos que la púrpura. Su pesebre más regio que los tronos dorados de los reyes. La pobreza de Cristo sobrepasa en valor todas las fortunas y todos los tesoros. En efecto, ¿hay riqueza más preciosa que esta humildad que nos hace posible ganar el reino de los cielos y adquirir la gracia divina? Está escrito: “Dichosos los pobres en el espíritu porque el reino de los cielos es para ellos.” (Mt 5,3) y el apóstol afirma: “Dios resiste al orgulloso y concede su gracia al humilde.” (Sant 4,6) Mirad con qué insistencia el nacimiento del Salvador nos recomienda la humildad. Viniendo a este mundo se anonadó a sí mismo y tomó forma de esclavo, pasando por un hombre cualquiera. (cf Fl 2,7) ¿Queréis ver riquezas aún más abundantes?...”No hay amor más grande que dar la vida por los amigos.” (Jn 15,13) Las riquezas de nuestra salvación y de nuestra gloria están en la sangre preciosa que nos ha rescatado y en la cruz del Señor.



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