jueves, 8 de enero de 2015

El Evangelio del Día

viernes 09 Enero 2015 Viernes de tiempo de Navidad después de la Epifanía del SeñorSan Adrián de Canterbury, Beata María Teresa Le Clerc, Beata María Teresa de Jesús Leer el comentario del Evangelio por Cardenal José Ratzinger [Benedicto XVI: “Viendo el trabajo con que remaban…, a eso de la cuarta vela de la noche, va hacia ellos” Epístola I de San Juan 4,11-18. Queridos míos, si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. Nadie ha visto nunca a Dios: si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros. La señal de que permanecemos en él y él permanece en nosotros, es que nos ha comunicado su Espíritu. Y nosotros hemos visto y atestiguamos que el Padre envió al Hijo como Salvador del mundo. El que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, permanece en Dios, y Dios permanece en él. Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece en él. La señal de que el amor ha llegado a su plenitud en nosotros, está en que tenemos plena confianza ante el día del Juicio, porque ya en este mundo somos semejantes a él. En el amor no hay lugar para el temor: al contrario, el amor perfecto elimina el temor, porque el temor supone un castigo, y el que teme no ha llegado a la plenitud del amor. Salmo 72(71),1-2.10-11.12-13. Concede, Señor, tu justicia al rey y tu rectitud al descendiente de reyes,para que gobierne a tu pueblo con justicia y a tus pobres con rectitud.Que los reyes de Tarsis y de las costas lejanas le paguen tributo. Que los reyes de Arabia y de Sebá le traigan regalos;que todos los reyes le rindan homenaje y lo sirvan todas las naciones.Porque él librará al pobre que suplica y al humilde que está desamparado.Tendrá compasión del débil y del pobre, y salvará la vida de los indigentes. Marcos 6,45-52. Después que los cinco mil hombres se saciaron, en seguida, Jesús obligó a sus discípulos a que subieran a la barca y lo precedieran en la otra orilla, hacia Betsaida, mientras él despedía a la multitud. Una vez que los despidió, se retiró a la montaña para orar. Al caer la tarde, la barca estaba en medio del mar y él permanecía solo en tierra. Al ver que remaban muy penosamente, porque tenían viento en contra, cerca de la madrugada fue hacia ellos caminando sobre el mar, e hizo como si pasara de largo. Ellos, al verlo caminar sobre el mar, pensaron que era un fantasma y se pusieron a gritar, porque todos lo habían visto y estaban sobresaltados. Pero él les habló enseguida y les dijo: "Tranquilícense, soy yo; no teman". Luego subió a la barca con ellos y el viento se calmó. Así llegaron al colmo de su estupor, porque no habían comprendido el milagro de los panes y su mente estaba enceguecida. Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios. Leer el comentario del Evangelio por : Cardenal José Ratzinger [Benedicto XVI, papa de 2005 a 2013] El Dios de Jesucristo “Viendo el trabajo con que remaban…, a eso de la cuarta vela de la noche, va hacia ellos” Los apóstoles atraviesan el lago. Jesús, está solo en tierra, mientras que ellos se agotan remando sin lograr avanzar, porque el viento le es contrario. Jesús ora y en su oración les ve esforzarse por adelantar. Va, pues, a su encuentro. Está claro que este texto está lleno de simbolismos eclesiológicos: los apóstoles en el mar y contra el viento, y el Señor junto al Padre. Pero lo que es determinante es que en su oración, cuando está “junto al Padre”, no está ausente, sino que, muy al contrario, es orando que les ve. Cuando Jesús está junto al Padre, está presente a su Iglesia. El problema de la venida final de Cristo aquí se profundiza y transforma de manera trinitaria: Jesús ve a la Iglesia en el Padre y, por el poder del Padre y por la fuerza de su diálogo con él, está presente, junto a ella. Es, precisamente, este diálogo con el Padre cuando “está en la montaña” lo que le hace presente, y a la inversa. La Iglesia, por así decir, es objeto de la conversación entre el Padre y el Hijo, pues ella misma esta anclada en la vida trinitaria.



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