martes, 14 de abril de 2015

El Evangelio del Día

miércoles 15 Abril 2015 Miércoles de la segunda semana de PascuaDamián de Molokai (Jozef De Veuster), Santa Basilisa Anastasia Leer el comentario del Evangelio por San Clemente de Alejandría : “Aquel que actúa conforme a la verdad, se acerca a la luz...” Hechos 5,17-26. Intervino entonces el Sumo Sacerdote con todos sus partidarios, los de la secta de los saduceos. Llenos de envidia, hicieron arrestar a los Apóstoles y los enviaron a la prisión pública. Pero durante la noche, el Angel del Señor abrió las puertas de la prisión y los hizo salir. Luego les dijo: "Vayan al Templo y anuncien al pueblo todo lo que se refiere a esta nueva Vida". Los Apóstoles, obedecieron la orden, entraron en el Templo en las primeras horas del día, y se pusieron a enseñar. Entre tanto, llegaron el Sumo Sacerdote y sus partidarios, convocaron al Sanedrín y a todo el Senado del pueblo de Israel, y mandaron a buscarlos a la cárcel. Cuando llegaron los guardias a la prisión, no los encontraron. Entonces volvieron y dijeron: "Encontramos la prisión cuidadosamente cerrada y a los centinelas de guardia junto a las puertas, pero cuando las abrimos, no había nadie adentro". Al oír esto, el jefe del Templo y los sumos sacerdotes quedaron perplejos y no podían explicarse qué había sucedido. En ese momento llegó uno, diciendo: "Los hombres que ustedes arrestaron, están en el Templo y enseñan al pueblo". El jefe de la guardia salió con sus hombres y trajeron a los Apóstoles, pero sin violencia, por temor de ser apedreados por el pueblo. Salmo 34(33),2-3.4-5.6-7.8-9. Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios.Mi alma se gloría en el Señor: que lo oigan los humildes y se alegren.Glorifiquen conmigo al Señor, alabemos su Nombre todos juntos.Busqué al Señor: él me respondió y me libró de todos mis temores.Miren hacia él y quedarán resplandecientes, y sus rostros no se avergonzarán.Este pobre hombre invocó al Señor: él lo escuchó y lo salvó de sus angustias.El Ángel del Señor acampa en torno de sus fieles, y los libra.¡Gusten y vean qué bueno es el Señor! ¡Felices los que en él se refugian! Juan 3,16-21. Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.» El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios. Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios. Leer el comentario del Evangelio por : San Clemente de Alejandría (150-c. 215), teólogo El Pedagogo, 1,6 “Aquel que actúa conforme a la verdad, se acerca a la luz...” En el momento de nuestro bautismo quedamos iluminados, hechos hijos perfectos y recibimos el don de la inmortalidad. “Lo digo, palabra del Señor, sois todos dioses e hijos del Altísimo!” (cf Sal 81,6; Jn 10,34) Damos diferentes nombres a estos efectos del bautismo: lo llamamos: gracia, iluminación, baño, perfeccionamiento. “Baño” pues somos purificados de nuestras faltas; “gracia” porque el castigo por nuestros pecados es perdonado; “iluminación” porque contemplamos la luz santa de nuestra salvación en la que llegamos a ver los misterios divinos; “perfeccionamiento” porque ya no nos falta nada. ¿Qué puede faltar a quien ha visto a Dios? Y ¿cómo se puede llamar “gracia de Dios” a algo que no sea perfecto? Pues, Dios perfecto no puede dar sino cosas perfectas... Así pues, a penas alguien ha sido regenerado, es también iluminado, liberado de las tinieblas, y al mismo instante, agraciado con la luz... Hemos sido liberados de nuestros pecados que, como una nube, cubrieron al Espíritu divino. Y ahora, libre ya la mirada de nuestro espíritu, descubierta, luminosa, nos hace contemplar las cosas divinas.



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