sábado, 30 de mayo de 2015

El Evangelio del Día

domingo 31 Mayo 2015  Solemnidad de la Santísima TrinidadSanta Petronila de Roma, Santa Bautista (Camila) de Varano Leer el comentario del Evangelio por San Antonio de Padua : «Un solo Dios, un solo Señor, en la trinidad de personas y la unidad de su naturaleza» (Prefacio) Deuteronomio 4,32-34.39-40. Pregúntale al tiempo pasado, a los días que te han precedido desde que el Señor creó al hombre sobre la tierra, si de un extremo al otro del cielo sucedió alguna vez algo tan admirable o se oyó una cosa semejante. ¿Qué pueblo oyó la voz de Dios que hablaba desde el fuego, como la oíste tú, y pudo sobrevivir?. ¿O qué dios intentó venir a tomar para sí una nación de en medio de otra, con milagros, signos y prodigios, combatiendo con mano poderosa y brazo fuerte, y realizando tremendas hazañas, como el Señor, tu Dios, lo hizo por ustedes en Egipto, delante de tus mismos ojos?. Reconoce hoy y medita en tu corazón que el Señor es Dios - allá arriba, en el cielo y aquí abajo, en la tierra - y no hay otro. - Observa los preceptos y los mandamientos que hoy te prescribo. Así serás feliz, tú y tus hijos después de ti, y vivirás mucho tiempo en la tierra que el Señor, tu Dios, te da para siempre. Salmo 33(32),4-5.6.9.18-19.20.22. Porque la palabra del Señor es recta y él obra siempre con lealtad;él ama la justicia y el derecho, y la tierra está llena de su amor.La palabra del Señor hizo el cielo, y el aliento de su boca, los ejércitos celestiales;porque él lo dijo, y el mundo existió, él dio una orden, y todo subsiste.Los ojos del Señor están fijos sobre sus fieles, sobre los que esperan en su misericordia,para librar sus vidas de la muerte y sustentarlos en el tiempo de indigencia.Nuestra alma espera en el Señor; él es nuestra ayuda y nuestro escudo.Señor, que tu amor descienda sobre nosotros, conforme a la esperanza que tenemos en ti. San Pablo a los Romanos 8,14-17. Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace llamar a Dios ¡Abba!, es decir, ¡Padre! El mismo Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos de Cristo, porque sufrimos con él para ser glorificados con él. Mateo 28,16-20. En aquel tiempo, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de el; sin embargo, algunos todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo". Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios. Leer el comentario del Evangelio por : San Antonio de Padua (1195-1231), franciscano, doctor de la Iglesia Sermón para el domingo y las fiestas de los santos «Un solo Dios, un solo Señor, en la trinidad de personas y la unidad de su naturaleza» (Prefacio) El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son de la misma sustancia y de una inseparable igualdad. La unidad reside en la esencia, la pluralidad en las personas. El Señor indica abiertamente la unidad de la divina esencia y la trinidad de las personas cuando dice: «Bautizadlas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». No dice «en los nombres» sino «en el nombre», por donde nos enseña la unidad en la esencia. Pero, a renglón seguido emplea tres nombres, para enseñarnos que hay tres personas. En esta Trinidad se encuentran el origen supremo de todas las cosas, la perfectísima belleza, el muy bienaventurado gozo. El origen supremo, como lo afirma San Agustín en su libro sobre la verdadera religión, es Dios Padre, en quien tienen su origen todas las cosas, de quien proceden el Hijo y el Espíritu Santo. La belleza perfectísima es el Hijo, la verdad del Padre, que no le es desemejante en ningún punto, que veneramos juntamente con el Padre y en el Padre, que es el modelo de todas las cosas porque todo ha sido creado por él y que todo se le restituye. El gozo muy bienaventurado, la soberana bondad, es el Espíritu Santo, que es el don del Padre y del Hijo; y este don, debemos creer y sostener que es exactamente igual al Padre y al Hijo. Contemplando la creación, llegamos al conocimiento de la Trinidad como una sola sustancia. Captamos un solo Dios: Padre, de quien somos, Hijo, por quien somos, Espíritu Santo, en quien somos. Principio al cual recorremos; modelo que seguimos, gracia que nos reconcilia.

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