viernes, 30 de octubre de 2015

El Evangelio del Día

sábado 31 Octubre 2015 Sábado de la trigésima semana del tiempo ordinarioSan Wolfgango de Ratisbona Leer el comentario del Evangelio por San Bernardo : El secreto del último lugar San Pablo a los Romanos 11,1-2a.11-12.25-29. Entonces me pregunto: ¿Dios habrá rechazado a su Pueblo? ¡Nada de eso! Yo mismo soy israelita, descendiente de Abraham y miembro de la tribu de Benjamín. Dios no ha rechazado a su Pueblo, al que eligió de antemano. ¿Ustedes no saben acaso lo que dice la Escritura en la historia de Elías? El se quejó de Israel delante de Dios, diciendo: Yo me pregunto entonces: ¿El tropiezo de Israel significará su caída definitiva? De ninguna manera. Por el contrario, a raíz de su caída, la salvación llegó a los paganos, a fin de provocar los celos de Israel. Ahora bien, si su caída enriqueció al mundo y su disminución a los paganos, ¿qué no conseguirá su conversión total? Hermanos, no quiero que ignoren este misterio, a fin de que no presuman de ustedes mismos: el endurecimiento de una parte de Israel durará hasta que haya entrado la totalidad de los paganos. Y entonces todo Israel será salvado, según lo que dice la Escritura: De Sión vendrá el Libertador. El apartará la impiedad de Jacob. Y esta será mi alianza con ellos, cuando los purifique de sus pecados. Ahora bien, en lo que se refiere a la Buena Noticia, ellos son enemigos de Dios, a causa de ustedes; pero desde el punto de vista de la elección divina, son amados en atención a sus padres. Porque los dones y el llamado de Dios son irrevocables. Salmo 94(93),12-13a.14-15.17-18. Feliz el que es educado por ti, Señor, aquel a quien instruyes con tu ley,para darle un descanso después de la adversidad, mientras se cava una fosa para el malvado.Porque el Señor no abandona a su pueblo ni deja desamparada a su herencia:la justicia volverá a los tribunales y los rectos de corazón la seguirán.Si el Señor no me hubiera ayudado, ya estaría habitando en la región del silencio.Cuando pienso que voy a resbalar, tu misericordia, Señor, me sostiene; Lucas 14,1.7-11. Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente. Y al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola: "Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú, y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: 'Déjale el sitio', y así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar. Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó, te diga: 'Amigo, acércate más', y así quedarás bien delante de todos los invitados. Porque todo el que ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado". Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios. Leer el comentario del Evangelio por : San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia Sermón 37 sobre el Cántico de los Cánticos El secreto del último lugar Si supiéramos con claridad cual es el lugar que Dios tiene para cada uno, deberíamos asentir a esa verdad, sin colocarnos nunca jamás ni por encima ni por debajo de este lugar. Pero en el estado en que nos encontramos, los decretos de Dios se nos presentan envueltos en tinieblas, y su voluntad permanece oculta. Es pues, según el consejo del que es la misma Verdad, mucho más seguro escoger el último lugar de donde se nos sacará, acto seguido, honrándonos con otro mejor. Si pretendes pasar por una puerta, cuyo dintel es excesivamente bajo, en nada te perjudicará por más que te inclines; te perjudicará, en cambio, si te yergues aun cuando no sea más que un dedo sobre la altura de la puerta, de suerte que te arrearás un coscorrón y te romperás la cabeza. Por ello, no hay que temer en absoluto una humillación por grande que sea, pero hemos de tener gran horror y temor al más mínimo movimiento de temeraria presunción. No te atrevas a compararte con los que son superiores o inferiores a ti, no te compares con algunos ni siquiera con uno solo. Porque ¿qué sabes tú, oh hombre, si aquel uno, a quien consideras como el más vil y miserable de todos, qué sabes, insisto, si, merced a un cambio operado por la diestra del Altísimo, no llegará a ser mejor que tú y que otros en sí, o si lo es ya a la mirada de Dios? Por eso el Señor quiso que  eligiéramos no un puesto mediano, ni el penúltimo ni siquiera uno de los últimos, sino que dijo: «Vete a sentarte en el último puesto» de modo que sólo tú seas el último de los comensales, y no te prefieras, ni aun oses compararte, a ninguno.

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