Si nos leyeran los textos que hoy se proclaman en la liturgia sin decirnos de dónde se han tomado, y no tuviéramos noticia de que son textos revelados por Dios, nos parecerían, en el mejor de los casos, que son palabras sonoras y atractivas porque transmiten alegría, fiesta y buenos deseos, pero nos chocaría el contraste entre esas palabras y lo que vemos con nuestros ojos, ante muchas familias sumidas en necesidad.
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