María y José, fieles cumplidores, peregrinaron a Jerusalén, que era el lugar elegido por el Señor. Y esta vez, según la costumbre, les acompañó ya su hijo adolescente. El cantarillo anterior nos ha recordado la importancia que tienen las costumbres en la forja de nuestra personalidad. Y el peligro de admitir la costumbre como valor absoluto.
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