lunes, 29 de agosto de 2016

El Evangelio del Día

martes 30 Agosto 2016 Fiesta de santa Rosa de Lima, virgenBeato Alfredo Ildefonso Schuster, Beata María de los Ángeles Ginard Marti Leer el comentario del Evangelio por San Buenaventura : La perla de gran valor San Pablo a los Corintios 2 10,17-18.11,1-2. Hermanos: El que se gloría, que se gloríe en el Señor. Porque el que vale no es el que se recomienda a sí mismo, sino aquel a quien Dios recomienda. ¡Ojalá quisieran tolerar un poco de locura de mi parte! De hecho, ya me toleran. Yo estoy celoso de ustedes con el celo de Dios, porque los he unido al único Esposo, Cristo, para presentarlos a él como una virgen pura. Salmo 148(147),1-2.11-13a.13c-14. ¡Aleluya! Alaben al Señor desde el cielo, alábenlo en las alturas;alábenlo, todos sus ángeles, alábenlo, todos sus ejércitos.Los reyes de la tierra y todas las naciones, los príncipes y los gobernantes de la tierra;los ancianos, los jóvenes y los niños.alaben el nombre del Señor.Su majestad está sobre el cielo y la tierra,y él exalta la fuerza de su pueblo. ¡A él, la alabanza de todos sus fieles, y de Israel, el pueblo de sus amigos! ¡Aleluya! Mateo 13,44-46. Jesús dijo a la multitud: "El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró." Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios. Leer el comentario del Evangelio por : San Buenaventura (1221-1274), franciscano, doctor de la Iglesia Vida de San Francisco, Leyenda mayor, c. 7 La perla de gran valor Entre los dones espirituales recibidos de la generosidad de Dios, Francisco obtuvo, particularmente, el de enriquecer siempre su tesoro de simplicidad gracias a su gran amor a la pobreza. Viendo que aquella que había sido la compañera habitual del Hijo de Dios había llegado a ser, a partir de entonces, objeto de una animadversión universal, la cogió como esposa y se consagró a ella con un amor eterno. No contentándose con «dejar por ella al padre y a la madre» (Gn 2,24), repartió entre los pobres todo lo que podía tener (Mt 19,21). Nadie ha guardado su dinero tan celosamente como Francisco conservó su pobreza; nunca nadie ha vigilado su tesoro más cuidadosamente como él ésta perla de la que habla el Evangelio. Nada le producía una herida mayor que encontrar en sus hermanos alguna cosa que no fuera conforme a la pobreza de los religiosos. Desde el inicio de su vida religiosa hasta su muerte, no tuvo otra riqueza que su túnica, una cuerda como cinturón, unos pantalones; no le hacía falta nada más. A menudo, pensando en la pobreza de Jesucristo y de su Madre, lloraba: «He aquí, decía, el porque la pobreza es la reina de las virtudes; es ella la que ha brillado en el Rey de reyes (1Tm 6,15) y en la Reina, su madre». Un día que los hermanos le preguntaron cuál es la virtud que nos hace más amigos de Cristo, abriendo, por así decir, el secreto de su corazón, les respondió: «Saben, hermanos, que la pobreza espiritual es el camino privilegiado para la salvación, porque es la savia de la humildad y la raíz de la perfección; sus frutos son innumerables aunque escondidos. Ella es ese «tesoro escondido en el campo» que, para comprarlo, dice el Evangelio, es preciso venderlo todo y cuyo valor nos debe empujar a despreciar toda otra cosa».

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