jueves, 13 de septiembre de 2018

viernes 14 Septiembre 2018 : Commentary Homilía atribuida a San Efrén

     Desde ahora, por la cruz, las sombras se han disipado y la verdad se levanta, tal como nos lo dice el apóstol Juan: «El mundo viejo ha pasado porque mira que hago un mundo nuevo.» (Ap 21, 4-5). La muerte es despojada, el infierno libera a sus cautivos, el hombre es libre, el Señor reina, la creación se llena de gozo. La cruz triunfa y todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos (Ap 7,9) vienen para adorarla. Con el bienaventurado Pablo que exclama: «Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo» (Gal 6,14) encontramos en ella nuestro gozo. La cruz devuelve la luz al universo entero, aleja las tinieblas y reúne a las naciones de Occidente a Oriente, del Norte y del mar en una sola Iglesia, una sola fe, un solo bautismo en la caridad. Fijada sobre el Calvario, se levanta en el centro del mundo. Armados con la cruz, los apóstoles se van a predicar y reunir en su adoración a todo el universo, pisoteando todo poder hostil. Por la cruz, los mártires han confesado la fe con audacia, sin temer los engaños de los tiranos. Cargados con ella, los monjes, con inmenso gozo, han hecho de la soledad su estancia. Cuando Cristo regrese, esta cruz aparecerá primero en el cielo, como cetro precioso, viviente, verdadero y santo del Gran Rey: «Entonces, dice el Señor, aparecerá en el cielo el signo del Hijo del hombre» (Mt 24,30). Y nosotros le veremos escoltado por los ángeles, iluminando la tierra de uno al otro confín, más clara que el sol, anunciando el Día del Señor

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