jueves, 27 de diciembre de 2018

viernes 28 Diciembre 2018 : Commentary Santa Teresa Benedicta de la Cruz

No sabemos adónde el Divino Niño quiere conducirnos sobre esta tierra, y no debemos preguntarlo antes de tiempo. Nuestra certeza, es que “en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman” (Rm 8,28) y además, que los caminos trazados por el Señor llevan más allá de esta tierra. Tomando un cuerpo, el Creador del género humano nos ofrece su divinidad. Dios se hizo hombre para que los hombres puedan convertirse en hijos de Dios “Oh, maravilloso intercambio” (Liturgia de Navidad)… Ser hijo de Dios significa dejarse conducir por la mano de Dios, hacer la voluntad de Dios y no la nuestra, depositar en la mano de Dios todas nuestras preocupaciones y toda nuestra esperanza, no preocuparse más ni de uno mismo, ni del porvenir. Es sobre esta base que reposan la libertad y la alegría del hijo de Dios… Dios se hizo hombre para que pudiéramos participar de su vida. La naturaleza humana que Cristo asumió hizo posible que él sufriera y que muriera…Todo hombre debe sufrir y morir, pero si es un miembro vivo del Cuerpo de Cristo, su sufrimiento y su muerte reciben una fuerza redentora por la divinidad de aquél que es la cabeza…En la noche del pecado brilla la estrella de Belén. Y sobre la luz resplandeciente que brota del pesebre desciende la sombra de la cruz. La luz se apaga en las tinieblas del Viernes Santo, pero resurge más brillante aun, como un sol de gracia, en la mañana de la resurrección. Es por la cruz y el sufrimiento que pasa el camino del Hijo de Dios hecho carne, hasta la gloria de la resurrección. Para llegar a la gloria de la resurrección con el Hijo del Hombre, es por el sufrimiento y por la muerte que pasa el camino, para cada uno de nosotros y para la humanidad entera.

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